En un giro inesperado, Vladimir Putin hereda una colección de arte, perteneciente a la renombrada coleccionista rusa Nina Moleva, quien recientemente falleció en Moscú, dejando tras de sí un legado que ha suscitado tanto admiración como controversia en el mundo del arte.

De Kremlin.ru, CC BY 4.0, https: //commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=133458398

Nina Moleva, una figura destacada en el ámbito artístico ruso, no solo fue reconocida por su vasto conocimiento como historiadora y crítica de arte, sino también por su incansable labor en la preservación del rico patrimonio artístico de Rusia. Su nombre se asociaba con el prestigio y la dedicación a la causa del arte en su país.

Sin embargo, la extraordinaria colección de arte que Moleva dejó atrás ha suscitado interrogantes desde su misma concepción. Compuesta por una amplia gama de obras que abarcan desde pinturas religiosas del siglo XVI hasta obras maestras de artistas renombrados como Rembrandt, Da Vinci y Miguel Ángel, esta colección tenía un valor estimado en 1.800 millones de euros.

El origen de estas obras, sin embargo, ha sido objeto de debate y controversia. Según la familia Moleva, la colección tiene un linaje que se remonta a un antepasado artista de la época zarista, pero investigaciones recientes han arrojado dudas sobre su legitimidad.

Se ha sugerido que algunas de las piezas podrían haber sido adquiridas de manera cuestionable durante la Segunda Guerra Mundial, posiblemente extraídas de Europa por Ilya Belyutin, esposo de Nina Moleva y conocido como ‘el espía de Stalin’, en su papel como agente de la KGB.

La controversia no termina ahí. A pesar de los deseos de Moleva de legar su colección al Museo Pushkin, este rechazó la oferta debido a la falta de certificados de autenticidad y la presencia de numerosas réplicas entre las obras. Esto deja en entredicho el estatus legal y la procedencia de algunas de las piezas más preciadas de la colección.

La colección de arte de Nina Moleva representa no solo un tesoro cultural de incalculable valor, sino también un símbolo de las complejidades y ambigüedades que rodean al mundo del arte, la historia y el poder en Rusia. Su legado seguirá siendo objeto de debate y especulación, mientras que las obras mismas continuarán cautivando a generaciones futuras con su belleza e historia, aunque ahora bajo la sombra de la controversia y el cuestionamiento.

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