Cielo, la nueva producción del cineasta español radicado en el Reino Unido Alberto Sciamma, nos lleva a través de una poética, surreal y conmovedora aventura en la que una niña boliviana emprende un viaje en busca de un paraíso personal, enfrentando los estragos del abandono, el maltrato y la necesidad de creer en algo más grande que ella.
Filmada en escenarios naturales de Bolivia, esta obra fue recientemente reconocida en el festival Fantasporto de Portugal, y se prepara para su estreno en el SXSW London el 6 de junio. Producida por Luchadora Films y con la participación de Pucara Films, la película destaca por su enfoque visual impactante y su narrativa cargada de simbolismo emocional y espiritual.

Cielo, la película de una niña boliviana: el origen de la historia
Sciamma relata que el proyecto nació a partir de dos imágenes que se alojaron en su mente: una niña tragando un pez amarillo brillante y otra arrastrando un carrito por un paisaje árido. Estas escenas, sin explicación lógica, sembraron la semilla de una historia que más tarde se moldearía con la influencia del paisaje boliviano y la realidad de sus habitantes.
Fue en una conversación casual durante el mercado de cine de Berlín que surgió la posibilidad de ambientar la película en Bolivia. Las fotos del país, mostradas por amigos bolivianos, lo cautivaron y en pocas semanas ya tenía un primer guion listo.
Fe, amor y lucha femenina: los pilares temáticos de ‘Cielo’
Aunque contiene elementos claramente inspirados en el simbolismo religioso —como peces, la idea del cielo y el sacrificio—, Cielo no es una película religiosa. En palabras del propio director, es una historia sobre el amor maternal, la búsqueda constante de redención y el deseo universal de encontrar un lugar mejor.
Santa, la protagonista de apenas ocho años, representa esa fuerza inocente y pura que lucha por sobrevivir a un entorno hostil. A lo largo de su camino, se encuentra con figuras peculiares: desde un sacerdote y policías hasta un grupo de luchadoras indígenas conocidas como cholitas, quienes aportan una dimensión poderosa y simbólica a la narrativa.
La fuerza de la autenticidad: actores no profesionales y emociones reales
Uno de los mayores aciertos del filme es el trabajo actoral de la debutante Fernanda Gutiérrez Aranda, quien fue elegida tras una videollamada con Sciamma. Su talento natural, inteligencia y madurez la convirtieron en una pieza clave para la autenticidad emocional del largometraje. Según el director, ella no actuó: “sintió cada escena”.
El elenco incluye también a luchadoras reales, cuya energía y autenticidad aportaron una frescura única. Sciamma adaptó los personajes a sus personalidades reales, especialmente en el caso de Sasha Salaverry, quien interpreta a la luchadora La Reina.

Un estilo visual envolvente que transporta al espectador
La intención del director fue que el espectador no solo vea la película, sino que la experimente sensorialmente. A través de colores intensos, música hipnótica y un ritmo que fluye como un río, Cielo busca descolocar y sumergir emocionalmente a quien la ve.
La cinematografía de Alex Metcalfe, galardonada en Fantasporto, contribuye decisivamente a esta experiencia envolvente que, según Sciamma, “te lleva a un lugar que no sabías que existía”.
Bolivia como musa cinematográfica: un país que despierta creatividad
El rodaje en Bolivia dejó una huella profunda en el director, quien aseguró que es el único lugar al que desea volver a filmar. Destaca no solo la diversidad geográfica del país —con desiertos, selvas y montañas—, sino también la creatividad con la que su gente suple la falta de tecnología.
Sciamma incluso confesó estar escribiendo una segunda parte de la historia, que esta vez tendría lugar en la selva boliviana, dando continuidad a un universo narrativo que considera inacabado.
Cielo no es una película más sobre infancia o fe. Es una obra poética, cargada de símbolos y emociones genuinas, que nos recuerda que el anhelo de un lugar mejor es tan antiguo como la humanidad misma. Con una dirección sensible, actuaciones conmovedoras y escenarios que roban el aliento, esta producción boliviana logra conquistar desde lo más visceral hasta lo más espiritual del espectador.